Una mirada a mis recuerdos
(28/09/2014)
Sinceramente no sé decir cuando empecé a ser
joven, ya que a edad muy temprana; cuando aún me apetecía y mi mente me pedía jugar a
“policías y ladrones me vi en la
obligación de asumir la responsabilidad
de formarme y aprender un oficio que, por la complejidad del mismo, me venía
bastante grande.
Nada más ingresar en esa Escuela presentí que mi niñez se había acabado. Pero con la edad de once años ¿yo me podía considerar un joven?
Así que diariamente, y durante cuatro años, los madrugones y caminatas desde mi casa hasta la Escuela de Formación Profesional se sucedieron unos tras otros. ¡Y mucho ojo con llegar tarde y con las faltas de asistencia o faltas disciplinares! ¡Que te podían costar la expulsión del Centro!
Así que diariamente, y durante cuatro años, los madrugones y caminatas desde mi casa hasta la Escuela de Formación Profesional se sucedieron unos tras otros. ¡Y mucho ojo con llegar tarde y con las faltas de asistencia o faltas disciplinares! ¡Que te podían costar la expulsión del Centro!
Allí estuve cursando esos estudios hasta que
cumplí quince años, cuando me entregaron el Diploma de Oficial de Tercera, que
tanto sacrificio me había costado
conseguir.
¡Y de allí a la fábrica directamente! A ganarme
el pan lejos de mi familia, viviendo en una pensión en una gran capital que
desconocía por completo. Y a partir de aquí me pregunto: «¿Ya era joven? ¿O ya era adulto?».
No sé cómo ni porque un buen día me escuché
cantando una romanza de Zarzuela y admirado de mí mismo, me dije: «¡Caramba,
creo que esto puedo hacerlo yo!» Después
de esto mi objetivo era entrar en el Conservatorio de Música para aprender solfeo en detrimento de ir a la
Escuela de Maestría Industrial; cosa que, por otro lado, mi responsabilidad y
mi conciencia me decían que no debía
hacer, pues era necesario estudiar para progresar en la carrera profesional
¡que yo no había escogido! Pero que, por entonces me suministraba el dinero
necesario para mal vivir.
Así se pasaron otros tantos años, alternando
mi afición con la obligación moral de estudiar.
Un buen día me despedí de la Empresa en la que
trabajaba y aprovechando que era verano, fui a pasarlo junto con la familia, para
después comenzar a preparar los trámites y documentos necesarios para emigrar a
otro País.
Esos meses,
junto con mi mejor amigo, al que creo haber conocido antes de que ambos
supiéramos hablar lo recuerdo con mucho cariño. Mi buen compañero era muy mal estudiante y en Junio siempre le quedaba alguna asignatura pendiente para Septiembre, así que ese verano no fue diferente de otros.
Por este motivo, siempre estábamos juntos después de las horas que diariamente él tenía que ir a la academia. Los dos, junto con otros conocidos, formábamos un grupo divertido, en un tiempo en el que no teníamos ningún tipo de obligaciones ni cargas familiares a las que hacer frente.
Por este motivo, siempre estábamos juntos después de las horas que diariamente él tenía que ir a la academia. Los dos, junto con otros conocidos, formábamos un grupo divertido, en un tiempo en el que no teníamos ningún tipo de obligaciones ni cargas familiares a las que hacer frente.
Entre mis
nuevos compañeros había uno que tenía una bonita voz y frecuentemente cantaba dulcemente, como solamente para él, hermosas romanzas de Zarzuela. A este, le pedí que me pusiera en contacto con
su maestra y de ella empecé a recibir clases particulares de canto y por su intermediación
pasé a integrar el grupo coral de Educación y Descanso de la ciudad.
Ese verano conocí a una bonita chica del barrio que me gustaba mucho, y que formaba parte del grupo con los cuales pasábamos muy buenos momentos, cuando practicábamos inocentes juegos, aunque ya las hormonas nos pedían al cuerpo algo más que inocencia, sobre todo cuando íbamos a la playa.
Al
comienzo del curso escolar, cada tarde yo la esperaba a la salida del colegio y
la acompañaba hasta su casa viviendo momentos muy románticos, para una
pareja de adolescentes.
Yo tenía la idea de irme para Alemania,
pensando en que allí podría seguir estudiando canto, actividad que tanto me
gustaba. Pero, por indecisión, las vacaciones se alargaron hasta el mes de
Diciembre.
Acabado el verano, como yo no tenía trabajo
donde pudiera ejercer mi profesión, decidí ayudar a uno de mis hermanos, que
trabajaba haciendo chapuzas como
albañil. Él se sacaba un buen dinero con esto y mucho me extrañó que, de la
noche a la mañana, se uniera a mi idea de emigrar. Lo de mi hermano apuntarse
al carro de la expatriación sorprendió a toda la familia y a mí me trastocó
los planes acerca del país a donde ir.
Durante este tiempo de transición se reforzó
mucho mi relación con él, que era siete años mayor que yo.
Bonita fue
aquella época de cambio, que recuerdo con cariño y nostalgia. No se me olvidan
los paseos que hacíamos los domingos por la mañana montados en su moto. Transitábamos
por la ya naciente “Costa del Sol” y admirábamos la belleza de aquellas playas,
aún sin masificar de edificios, chiringuitos y hamacas.
El último evento en el que participé con el
grupo de Educación y Descanso fue la representación de la zarzuela “La del
manojo de rosas” en el pueblo de Antequera, que interpretaba la propia
profesora como soprano.
El viaje
de vuelta recuerdo haberlo vivido con una mezcla de alegría y de tristeza, dada
la proximidad de mi partida y de saber que muchas de aquellas amistades quizás
nunca más volvería a verlas, y por supuesto no volvería a disfrutar momentos
tan entrañables.
La
despedida de mi abuela, a la que nunca más vi, es un recuerdo triste grabado en
mi memoria. Muchas veces la veo sentada en una silla bajita, mirando a través
de la cristalera del balcón para distraerse viendo pasar el día y a la gente
por la calle.
Tampoco
fue fácil decir adiós a la familia y sentir que tal vez no volvería a pisar
aquellas calles que me vieron jugar y crecer.
Aunque
estaba habituado a vivir solo, posiblemente me diera fuerza para emprender esta
nueva andadura tan lejos de mi tierra,
la compañía de mi hermano.
Poco después saldríamos los dos hacia Barcelona, donde embarcaríamos en un
gran transatlántico con destino a Brasil.
Pero esa aventura ya la contaré en otra
oportunidad.
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