Mis primeros pasos por el mundo. (2)
Recuerdo mi participación
en Radio Nacional de España encaramado en una silla, porque no llegaba al
micrófono, declamando una poesía patriótica que ensalzaba la figura del
“Caudillo”, y mi pertenencia a la
“Acción Católica” en la parroquia de mi barrio; porque la “poesía” me la
enseñaron en la catequesis. Bueno, hasta aquí todo normal para la época, porque
“Iglesia” y “Estado” iban siempre cogidos de la mano.
Por aquellos años era
frecuente escuchar en las emisoras de radio el espacio reservado a la audición
de los discos dedicados, pues la situación económica de muchísima gente no
permitía la compra de los mismos y mucho menos tener una “gramola” o un toca-discos
en su casa.
En el año 1881, en la Iglesia
de Santiago, situada muy próxima a la plaza de La Merced fue bautizado Pablo
Ruiz Picasso: como yo lo fui muchos años después, ya que nací en una casa de la
calle Madre de Dios en el año 1941.
Esa iglesia que años más
tarde yo frecuentaría con asiduidad, es la más antigua de la ciudad. Tiene
anexa al cuerpo principal una torre de estilo mudéjar que era utilizada como
minarete por los árabes que durante siglos dominaros aquellas tierras.
A esa torre que con el
paso del tiempo fue reconvertida en campanario, subía yo junto con el campanero
cuando éste iba a repicar las campanas para anunciar la celebración de algún
evento extraordinario, ya que el toque de llamada a la misa diaria o a difunto,
lo realizaba normalmente desde abajo mediante una cuerda que colgaba desde la
menor de ellas hasta al suelo de la parroquia. Para mí resultaba un espectáculo
ver como el hombre se subía y se bajaba de la más grande para poco a poco ir
dándole impulso hasta conseguir voltearla y continuar empujándola después para
que no perdiera velocidad y hacer que su sonido junto con el de las demás, que
antes había puesto a girar, llegara acompasado, fuerte y vibrante a todos los
rincones del barrio.
A esa edad, mi asistencia
al santuario estaba más bien motivada por los juegos que podía disfrutar en los
salones que estaban a disposición de los niños que pertenecíamos a la “Acción
Católica”.
Otra actividad que me
gustaba, y para la cual siempre me llamaba la “catequista” era participar en la agrupación artística de la
parroquia, que asiduamente y con motivo de cualquier celebración, siempre de
cuño religioso, organizaba alguna representación teatral. El grupo debía ser
razonablemente bueno, pues llegamos a representar algunas obras en el Palacio
Arzobispal, en más de una ocasión, para el entonces Obispo de la ciudad.
En aquellos “bonitos años”
de mi infancia, veo a mis padres despertándonos muy temprano en época
veraniega, para llevarnos a la playa, antes de ellos abrir la tienda
diariamente, para que disfrutáramos del mar y de los benéficos primeros rayos
de sol.
La visión de un tren y el
paso lento del mismo dentro de un túnel que nos dio un tremendo susto, es una
escena que no olvido, cuando mi padre y yo caminábamos por él para cortar
camino y acceder a una playa muy concurrida y alejada de la ciudad, la playa
del Peñón del Cuervo, que era muy frecuentada en días de fiesta, como la del 18
de julio, cuando les daban a los trabajadores una paga extraordinaria y las familias
salían al campo o a la playa, para pasar el día bañándose y comiendo las
viandas que ya llevaban preparadas desde casa.
4bd18f13-1631-335d-a443-8f547140b038
No hay comentarios:
Publicar un comentario