EL MENTIROSO
El
chico es un chulito de playa que durante el verano se dedica a ligar con las
chicas que aborda y conquista gracias a su piquito de oro y a su buen aspecto
físico.
Aunque
no tiene donde caerse muerto, presume de tener un coche de alta gama que nadie
ha visto porque dice que lo tiene en el taller reparándolo, ya que las piezas
que necesita tienen que traerlas de Alemania y esto aparte de ser carísimo
tardan mucho tiempo en llegar, porque son de una fabricación especial echa de
encargo.
Así
que anda siempre con el coche de la chica que ha engatusado, como si fuera el
dueño del mismo y se va a vivir con ella aunque sea por poco tiempo con lo cual
no tiene que pagar alquiler.
El
dinero que algunas veces maneja lo gasta generosamente con sus colegas y de vez
en cuando lo comparte, para agradarla, con la chica de turno que cree haber
atrapado en este chico un mirlo blanco.
El
chasco que se lleva la joven ilusionada es mayúsculo, cuando éste cansado de la
relación física, desaparece de su vida llevándose el televisor y las joyas que
ésta tenía en su casa. La mayoría de ellas regalos de su familia.
Durante
el invierno, en la ciudad que vive, está atento para descubrir a la chica que
podría solucionarle el problema del alojamiento y si esto no es posibles, por
lo menos le garantice unas buenas jornadas de sexo placentero.
La
chica se volvió para mirar quien le había preguntado si ella era la última de
la fila, pregunta que le pareció bastante obvia. No obstante, contestó
amablemente que sí.
El
joven que así la interpelaba, era un sujeto de porte atlético y aspecto
simpático poseedor de una amplia sonrisa que dejaba ver unos dientes muy
blancos y bien dispuestos dentro de una boca de labios carnosos y mejor
perfilados.
Al
verlo la chica pensó:
«¡Caramba,
qué guapo!»
—He
venido para ver si hay alguna oferta para trabajar como contable —dijo el chico intentando entablar
conversación.
La
chica no le respondió de momento, aunque dudaba:
«¡Parece
buena persona! ¡Creo que voy a seguirle la conversación! ¡Así se me hará más
corto el tiempo de espera!»
El
chico insistió:
—¿Sabes
que me he puesto en esta cola solo por hablar contigo? Me he atrevido a
abordarte porque sé que de aquí no te vas a ir hasta que no te atiendan.
—Pues
yo he venido a sellar mi demanda de empleo. Llevo meses esperando una oferta
para trabajar como arquitecto técnico —dijo la chica— pero cogería cualquier
trabajo que se me presente. Ahora estoy vendiendo libros de puerta en puerta para
ganar algún dinero con el que ayudar a mis padres que están jubilados.
—Pero
eso de tratar con el público es un trabajo difícil y a veces poco gratificante.
—¡Es verdad! Además
es un trabajo mal remunerado. ¡Fíjate! Este mes solo he vendido un diccionario
de latín para un vecino que está preparando unas oposiciones para profesor en
el Instituto Veritas.
—Bueno,
mi nombre es Rafa Ibáñez —se presentó el chico.
—Yo
soy Elena, encantada de conocerte.
—Con
la formación que tienes, creo que yo podría ayudarte a encontrar otro trabajo mejor.
El
chico continuó:
—Quiero
decirte que no estoy desempleado, he venido a esta Oficina de Empleo a traer
los contratos de unos trabajadores que van a entrar en la “Constructora
Levanta” para la que trabajo y que va a iniciar un nuevo proyecto de
edificación; si ella y el cliente llegan a un acuerdo económico.
—¡Qué
guay! Ojalá se concrete, pues supone nuevos puestos de trabajo —añadió la chica visiblemente contenta.
—¿Qué
te parece si me das una copia tu currículum? Y lo dejo en manos del responsable
de Recursos Humanos de la empresa —le propuso el chico.
—¡Me
parece bien! Te lo agradezco mucho —respondió la chica ilusionada— si
quieres pasamos por mi casa después de terminar aquí y te doy una copia —añadió.
Acabó
la chica los trámites para los que había ido hasta la Oficina de Empleo y salieron
juntos a la calle. Entonces el chico le dijo:
—He
venido hasta aquí en un taxi, pues tengo mi coche en el taller reparándolo. Así
que podemos coger otro para ir hasta tu casa.
—¡No!
¡No es necesario! Podemos ir en el mío. Lo tengo aparcado cerca de aquí —sugirió
la chica.
Cuando
llegaron a su casa, la madre y el hermano de la muchacha, estaban montando el
Árbol de Navidad y colocando a Papá Noel en sitio preferente dentro del salón.
El
nuevo conocido de la chica, amablemente se ofreció a ayudarles en cuanto ella
buscaba ilusionada la copia del currículo pensando que posiblemente esto le
abriría las puertas del mercado laboral.
Mientras
tanto el chico cada vez que colocaba una bola en él árbol pensaba en la
rentabilidad carnal que podría proporcionarle aquel inesperado encuentro.
Habían pasado algunos días de aquel acercamiento cuando
sonó el teléfono de Rafa. Por el tono del mismo sabía quién le estaba llamando.
—¡Sí, dime Lolo!
—Oye, tengo un encargo
para ti.
—¿De qué se trata?
—Vete preparando porque
tendrás que ir a una fiesta. El capo quiere un tío como tú, con mucha labia,
para introducir en la discoteca Privilege, los nuevos estupefacientes de diseño
entre el colectivo gay.
—Joder, esa gente no me
mola. Cuando se toman unas copas de más o unas pastillas son capaces de meterte
mano. Y ya sabes cómo terminamos todos en Comisaria la última vez que estuvimos
en un sarao con esa gentuza.
—Pues ya sabes que al jefe
no le gustan los tránsfugas. Así que lo
tomas o lo dejas. ¡Pero después no te lamentes si no tienes un céntimo en el
bolsillo! Y vas a tener que lamerle el culo a cualquiera de esos maricones que
tan poco te gustan.
—¿Y cuándo será esa velada?
—El próximo sábado.
—Me viene bien. Así
tendré libre el domingo. Estoy urdiendo un plan cojonudo con una piba que me
encantaría llevarla al huerto. ¿Dónde nos podemos encontrar para que me pases
el alijo?
—Pásate esta tarde por el
pub: “The Chandos Arms” y te daré instrucciones.
—¡Oye! ¿Y cuánta pasta
ganaré?
—Si se coloca toda la
mercancía, te podrás ganar unos cinco mil pavos. ¡Nada mal para una noche! Y
encima podrás divertirte como un enano…¡Ah! ¡Se me olvidaba! Tienes que llevar un
antifaz, es la única prenda obligatoria, que piden, para asistir al evento.
—¿Y cómo vamos a meter la
droga en el local?
—Bueno, los guardias de
seguridad que son de nuestra total confianza, y que te presentaré cuando
vayamos al pub, la tendrán custodiada y te dejarán entrar con una riñonera para
que durante la fiesta puedas portarla y distribuirla.
—¡Vale! Nos vemos
entonces.
—¡Hasta luego!
Apenas acabó la
conversación con Lolo; Rafa decidió seguir con su plan y llamó a la chica:
—Hola Elena, soy Rafa, te
llamo para decirte que ya tiene en sus manos tu currículum el Jefe de Personal.
Además ya se ha firmado el contrato entre mi Empresa, la Promotora de la
Urbanización y los dueños del terreno.
—¡Que buena noticia!
—Sí, por supuesto. ¿Qué
te parece si nos vemos el domingo y te doy más detalles? ¡Oye! Tengo una entrada de cine reservada
para ti; no me la irás a despreciar ¿verdad?
—Bueno, pero quiero que
me cuentes que le ha parecido mi currículum.
—Ha echado en falta que
no tengas experiencia anterior, pero como me llevo muy bien con él, he
insistido haciéndole ver tu buen expediente académico y las prácticas que
hiciste en la Constructora de Florentino Pérez. ¡Seguro que te tendrá en cuenta
en el proceso de selección! ¿Nos vemos, entonces, a las seis en la puerta del Multicine
Yelmo?
—¡Vale!
Apenas Rafa ha apagado su
móvil, le asalta nuevamente el deseo lujurioso del próximo encuentro con la
chica, a la que deberá engatusar para conseguir nuevos encuentros, estirando al
máximo la expectativa de la chica de conseguir ese trabajo tan deseado.
A media noche se abrieron
las puertas del local donde el público impaciente se agolpaba para entrar a la
macro discoteca.
Hacía apenas un par de
horas que se había iniciado la celebración y algunos
participantes ya estaban actuando como si aquella fuera la última noche que
habrían de vivir.
Rafa circulaba a sus
anchas por todas las pistas de baile trapicheando con sus diferentes
alucinógenos de nueva generación. Las ventas iban viento en popa y ya se estaba
imaginando el festín que se daría al día siguiente con su presunta nueva
víctima.
La juerga continuaba….La
música resonaba por todos los rincones del local, y el alcohol corría a
raudales. Los “DJS” se esmeraban en la programación de las músicas más cañeras
del momento. El sonido reguetón inundaba los sentidos de los bailarines cuyos
cerebros se veían golpeados por la vibración de los bafles y por los efectos,
que generaban un deseo sexual intenso, de las drogas que habían consumido.
De repente la música dejó
de sonar. Desde la megafonía del local avisaron:
—¡Por favor!¡Presten
atención, no se alarmen! ¡Mantengan la calma! ¡No hay ningún problema de atentado
ni emergencia! Por motivos de sobreocupación del local la policía va a proceder
al desalojo de la Discoteca preventivamente, para evitar posibles tumultos como
los que ocurrieron en la pasada fiesta de Halloween.
A la salida, la policía apostada
en cada puerta, estaba muy atenta a que todos los asistentes, a la salida, se
hubieran despojado de sus máscaras.
Aquella tarde de domingo
Elena aguardaba con ilusión el encuentro con Rafa, ignorante de que el chico
había sido detenido por la Brigada de Estupefacientes. El chivatazo anónimo de
un mafioso de una banda rival de la de Lolo, había dado pelos y señales del
camello que estaba vendiendo la droga en el local.
…Habían pasado varios
días desde el fallido encuentro en el cine. Desencantada de la espera Elena
decide ponerse en contacto con la “Empresa Constructora Levanta”:
—Por favor, quisiera
hablar con Rafael Ibáñez del Departamento Financiero.
—Un momento por favor;
déjeme hacer una comprobación.
…Pasados unos minutos
interminables; la voz de la recepcionista le comunicó:
—Lo siento señorita, el
señor Rafael Ibáñez nunca ha trabajado en esta empresa.
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