domingo, 11 de octubre de 2015


De cómo se conocieron Caperucita Roja y Blancanieves.   (15/03/14)

Era un bonito día de sol y Caperucita iba como siempre a la casa de su abuelita para llevarle la comida, caminaba cantando alegremente y recogiendo del campo, tan florido por causa de la primavera que recién había comenzado, las más bonitas y coloridas flores que exhalaban un perfume suave y duradero.
De repente el cielo se oscureció y una gran tormenta de agua parecida a un diluvio inundó el camino por el que transitaba nuestra amiga, que de repente se vio arrastrada violentamente por la riada ladera abajo, cuando muy asustada y sin poder asirse a cualquier rama o tronco de árbol para impedir la caída, se agarraba con fuerza a la cestita de mimbre en la que llevaba la comida para la abuela. Comida que ya se había caído de la cesta perdiéndose entre las aguas turbias.  Así que ella sacando fuerzas de donde podía y tomando impulso se montó en la cesta que flotaba por encima del agua. La corriente la arrastraba con tal fuerza que la hacía subir velozmente por encima de los montes que rodeaban el bosque. Así pasó mucho tiempo hasta que la lluvia cesó; entonces la fuerza de la riada fue disminuyendo y el nivel del agua fue bajando hasta que Caperucita quedó retenida por unos arbustos en los que quedó enganchada.
Muy asustada bajó hasta el suelo enfangado y se llenó de barro sus lindos zapatitos que había estrenado aquella misma mañana, y rompió a llorar desconsoladamente, diciendo para ella misma:
« ¡Oh Dios mío! ¡No sé dónde estoy!» « ¿Cómo voy a hacer para llegar a mi casa o a la de la abuelita?» « ¡Ahora que no tengo ninguna comida ni miel que llevarle!» « ¡Ya que el agua ha arrastrado todo lo que llevaba en la cesta!»
Poco a poco las nubes se fueron alejando y se abrieron grandes claros en él cielo, que permitieron dar paso a la luz del sol; así que Caperucita pudo ver a lo lejos el camino que bajaba hacia el valle, donde había un río caudaloso y una gran cantidad de árboles frondosos que por motivo de la avalancha de agua habían perdido todos sus frutos.
Hacia allí se dirigió y al poco tiempo descubrió una casita blanca con varias ventanas de madera pintadas de diferentes y vivos colores muy llamativos. De su chimenea salía una columna de humo que el viento esparcía por el valle, al mismo tiempo que traía olores de alguna comida sabrosa que sin duda se estaría cocinando en el hogar.
Cuando llegó cerca de la casa vio una ventana abierta y se acercó con la intención de pedir ayuda.  Cual no fue su sorpresa cuando vio allí dentro de la casa una linda joven, cuya cara era blanca como la nieve, que sentada a la mesa con unas criaturas pequeñas consumían las viandas que tenían colocadas sobre un bonito y bordado mantel.
Caperucita al ver a la chica tan bonita y tan frágil y a los enanitos, sintió envidia de ella porque la vio feliz y acompañada, mientras ella estaba sola con su madre y además la abuelita vivía lejos de su casa y todos los días tenía que jugarse el tipo cruzando el bosque con miedo que el lobo la atacase. 
Así que pensó en marcharse sin pedir ayuda, pero hizo ruido sin querer y esto llamó la atención de los enanitos que salieron a la puerta para ver qué había ocurrido. Entonces vieron a Caperucita que estaba chorreando de agua. Así el enano más pequeño, que además era mudito, se aproximó hasta ella y cogiéndola de la mano la llevó hasta la puerta de la casa y le indicó que entrara. Allí los otros enanitos la acogieron con sonrisas y le dijeron que se sentara con ellos.
Blancanieves al verla tan mojada le ofreció uno de sus vestidos y le dijo que se secara el pelo y la cara para que no cogiera frío. Al enanito mudo, aunque no puede hablar, se le nota en los ojos la admiración que siente por Caperucita y por su vestimenta tan llamativa de color rojo. Todos estaban alegres ante la posibilidad de tener en un futuro una amiga tan bonita como Caperucita.
Una vez  que Caperucita se hubo cambiado de ropa, Blancanieves y los enanitos empezaron a preguntarle cosas para saber su nombre, donde vivía, porqué y como había llegado hasta allí.
Así que se hicieron amigos y empezaron a cantar y bailar celebrando el encuentro. Después prepararon una suculenta merienda con nueces, castañas, almendras y moras de zarza.
Más tarde todos jugaron al corro de la patata. Hicieron tanto ruido que llamó la atención del lobo, que estaba sin comer desde hacía mucho tiempo. Éste se presentó de repente en la casa y arrancó la puerta de cuajo pensando en el festín que se iba a pegar comiéndose a los siete enanitos. ¡Pero cuál fue su sorpresa cuando vio a Caperucita sentada a la mesa! Ésta armándose de valor cogió la cesta de mimbre en la que llevaba la comida de la abuela y se la arrojó con toda su fuerza al lobo, que ya estaba prestes a agarrar a uno de los enanitos que corría despavorido  a esconderse; éste quedó por un momento medio aturdido por él golpe. Los enanitos  aprovecharon esta coyuntura y se encaramaron a una mesa y formaron una torre subiéndose unos encima de otro. La torre humana era difícil que se mantuviera en equilibrio y, a punto estuvieron de caerse cuando el lobo enrabietado se abalanzó sobre Caperucita que corría a esconderse debajo de la mesa donde ya estaba protegida Blancanieves.
Pero he aquí que surgió de repente la figura gallarda del Príncipe Fernando que cortejaba a Blancanieves, que rápidamente le asestó tal golpe con su espada en la cabeza al lobo que se la cortó.
Después de esto, el Príncipe al ver a Caperucita, se quedó prendado de ella y se ofreció para llevarla a casa de su abuelita antes que se hiciera de noche ya que Caperucita no sabía dónde se encontraba y no podía volver a su casa pues no conocía el camino. Prepararon  los enanitos la cesta de Caperucita llenándola de frutas, nueces y miel para que las llevara a su abuela.
Al despedirse Caperucita prometió volver a visitarlos y jugar con ellos y montando a la grupa del caballo del Príncipe ambos se alejaron a galope.
Después de dejar a Caperucita en la casa de la abuela, y entregarle los regalos que llevaba para ella, marcharon a la casa de Caperucita donde la madre ya estaba preocupada por la tardanza de ésta, pues el lobo siempre estaba merodeando por el camino a la captura de los niños que distraídamente se adentraban en el bosque sin sus padres.
De vuelta a la casa de Blancanieves, el Príncipe iba pensando por el camino si no sería mejor cambiar de pareja y casarse con Caperucita, así que paró de galopar y se apeó del caballo. Entonces cogió una margarita de las muchas que había por el campo al borde del camino, y comenzó a deshojarla diciendo: blanca, roja, blanca, roja, blanca, roja, blanca. Quiso la suerte que el último pétalo fuera para Blancanieves, pues sino tendrían que haber cambiado el cuento. Así que Blancanieves y el Príncipe se casaron  después de algún tiempo y Caperucita estuvo presente en la boda y fue la dama de honor junto con los enanitos que ejercieron de pajes llevando las arras y los anillos.
Por supuesto que Caperucita fue muchas veces a la casa de los enanitos para jugar con ellos y celebrar que el lobo malvado ya no volvería a    molestarlos nunca más.
Y colorín colorado, esta historia extraña y desconocida se ha terminado.
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