viernes, 12 de febrero de 2016

DOMINGO EN EL PARQUE.                
Capítulo primero.
Salomón es un delincuente que anda metido en bandas criminales con las que roba coches de alta gama. Hace poco que estaba conduciendo de forma temeraria por la Avenida Veintitrés de Mayo a sabiendas de que, en la ciudad de São Paulo, si la policía lo hubiera parado bastaría con haberle entregado la documentación del coche junto con un billete de veinte reales.
Lleva prisa porque necesita contactar con alguno de los jardineros del Parque de Ibirapuera antes de que salgan para comer.  
Así que se acercó al hombre que se encontraba cuidando de los aspersores de riego automático.
—Hola, ¿qué tal se presenta el día?— Preguntó con aire desenfadado.
   ¡Jodido! Aquí se curra demasiado para la mierda de jornal que te pagan. Y encima si el césped se quema por causa de la sequía te mandan a la calle sin ninguna indemnización— Respondió visiblemente malhumorado.
—Bueno, a lo mejor lo que le voy a proponer le ayuda para llegar a fin de mes.
—¿Me quiere vender algún décimo de lotería? Mi paga no me alcanza para comprar rifas. 
—No, yo no vendo papeletas ni seguros.
—¿ Qué pasa, es usted Papá Noel?
—Pues no, pero me gusta regalar alegrías a la buena gente.
—¿Y cómo sabe usted que soy buena persona?
—Porque frecuento el parque y le he observado cuidando con cariño de la zona que le tienen asignada.
   ¡Es la primera vez en mi vida que alguien elogia mi trabajo! ¡Es para desconfiar! ¿Y qué quiere regalarme? Seguro que me lo tendré que ganar.
   Si, pero podrá llevarse una buena propina.
   ¿Y qué es lo que tengo que hacer?
   Permitir que pueda dejar a resguardo el material que traigo cada domingo que vengo a pescar al lago. Me molesta cargar con todos esos bártulos.
   Pero yo no trabajo los domingos, y la caseta donde guardo las herramientas la comparto con otros jardineros.  
   No, no se trata de la caseta, que queda lejos de aquí. Lo que me interesa es tener un sitio próximo al lago. Había pensado que tal vez podría guardarlo en un sitio como aquel. En el hueco que hay dentro del registro.
   No creo que quepan allí  sus cañas telescópicas y la caja con los aparejos.
   Bien, quizá habría que agrandarlo un poco, pero le retribuiría por ello. Cada mes le pagaría un…  digamos “alquiler” por el espacio ocupado. Piénselo.
   Será difícil. Además hay un plus añadido:  yo no soy el encargado de los jardineros, y si él se da cuenta de que estoy agrandando el hueco, querrá saber por qué lo hago.
   Bastará que aproveche cualquier día en que él se ausente para ir al médico. Me consta que está en trámites para que le intervengan quirúrgicamente.
 —Es complejo lo que me propone…  También están los compañeros que son unos cotillas y esto me podría costar el empleo, que aunque no es para tirar cohetes es mejor que no tenerlo.
Salomón viendo que el jardinero titubeaba en aceptar su propuesta, insistió:
—Mire, el registro que me podría venir bien es el que está medio escondido entre los setos próximos al puente chino. Precisamente la frondosidad de ese lugar proporciona una invisibilidad que me parece idónea para realizar los trabajos de ensanchar el hueco sin levantar sospechas.
—No sé, no sé. Lo veo arriesgado. ¿Y merecerá la pena?
—Estoy hablándole, aunque no se lo he dicho todavía, de una suma importante… Como habrá podido intuir, el motivo de poder utilizar ese hueco no es sólo para tener guardadas las cañas;  ya sabe…
—¡Peor me lo pone usted! Si lo ven los compañeros querrán lucrarse con ello.
—En cuanto a eso no habrá ningún problema, mis jefes son bastante generosos. Lo que será importante es que la tapa del registro la perfore con algunos agujeros de forma que pueda penetrar aire fresco para evitar la humedad dentro del hueco.  
—Creo que antes de meter mano a la ejecución, tendría que comprar a mis compañeros para que no se vayan de la lengua.
—¡Sin duda! Piénselo. La próxima semana pasaré por aquí y si está de acuerdo, para empezar le entregaré quince mil reales.   
Los ojos se le hicieron chiribitas al jardinero que no había visto ni de lejos una cantidad de dinero como aquella.
   No se preocupe; probablemente tengamos que sobornar a algún policía para que haga la vista gorda. Pero todo eso lo tenemos contemplado.
Y diciendo esto se alejó de allí dejando al jardinero atareado con su faena.   

 fdcc5c1f-9c27-35db-acd5-5e41eee66435

No hay comentarios:

Publicar un comentario