miércoles, 24 de junio de 2020

Ojalá fuera cierto

Ojalá fuera cierto...                                  
Hace ciento cuarenta años que Gepetto y su hijo Pinocho decidieron marcharse de Collodi, en la Toscana italiana, debido a la notoriedad que consiguieron después de la publicación del cuento que narraba sus aventuras y que había alcanzado una fama universal sin precedente. Estos aún permanecen vivos al tratarse de seres inmortales, que además nunca han envejecido.

En el Condado de Evreux, donde viven desde entonces, hacía mucho tiempo que no llovía. Las pocas plantas que se mantenían vivas estaban mustias; la tierra reseca y cuarteada. Próximas a la vereda que atraviesa la campiña, infinidad de aves se veían muertas a causa del calor sofocante del verano pasado.
Cierta noche ocurrió lo que todos temían, una fuerte tormenta con aterrador aparato eléctrico descargó sobre aquella comarca.
La lluvia destrozó las cosechas y el viento huracanado arrancó las ramas de los árboles esparciéndolas por los montes. Estas, pronto fueron pasto de las llamas provocadas por los rayos que, uno tras otro cayeron llevando el pánico a todos los habitantes.
La alegría que caracterizaba a la gente de aquel pueblo encantador había desaparecido por completo del rostro y del ánimo de sus moradores.
Los agricultores sufrieron inmediatamente la falta de frutas, hortalizas y legumbres que recoger para venderlas en los mercados, con las pérdidas económicas que esto les suponía.
Para Gepetto las consecuencias de aquel desastre atmosférico se dejaron sentir pocos meses después; cuando en los almacenes de maderas se agotaron los stocks existentes. Ya que estos fueron consumidos por los vecinos para recuperar sus casas destruidas y tornarlas habitables.
Ante esta situación, el carpintero se desesperaba sin encontrar una salida a la falta de materia prima con la que poder fabricar sus muñecos y venderlos para ganar el dinero necesario para sustentarles.
Se horrorizaba pensando: “¡Dios mío! ¿Cuántos años serán necesarios para que los árboles plantados crezcan y puedan ser cortados? ¿Cómo podremos sobrevivir a esta crisis?”
Para colmo de males al comienzo de este año irrumpió en el país la pandemia que sigue asolando a medio mundo. El obligado confinamiento y la falta de trabajo le ha cambiado la vida tornándola monótona e insoportable.
Al chico se le rompía el corazón viendo a Gepetto triste y depresivo; y no encontraba la solución para aliviarle los males...

Hace apenas unos días se le apareció en sueños el Hada Azul; la que le insufló la vida y lo transformó en un muñeco con alma. Pero en esta ocasión vino para darle las pautas con las que podrá ayudar a su creador.

Esta madrugada Pinocho ha tenido suerte; consiguió por fin, acceder furtivamente a la mejor emisora de radio del país; la de mayor alcance y audiencia internacional.
Ha entrado sigilosamente en uno de los estudios que estaban sin uso y ha puesto en marcha los micrófonos que allí hay instalados, lanzando al aire su conocida sintonía:
“En esta frecuencia modulada 89.8 del dial, transmite la RFI desde su sede de París”.
“¡Atención, señores radioyentes! Desde la Asamblea de las Naciones Unidas, llegan noticias del acuerdo al que han llegado los representantes de los gobiernos de los países miembros, con el máximo mandatario chino Xi Jinping. Este, en nombre de su pueblo ha pedido perdón a todo el mundo por los fallecidos a causa de la Covid 19, y se ha comprometido formalmente a sufragar los gastos originados, en cada país, para combatir la pandemia. Al mismo tiempo asegura que devolverá el dinero que han cobrado por la venta de los respiradores y mascarillas; hayan funcionado o no, o no hayan cumplido las exigencias sanitarias que se les presuponía”.
“¡Ahora presten muchísima atención! ¡Noticia de última hora! La empresa alemana Boehringer Ingelheim informa que ha conseguido desarrollar en tiempo record la vacuna Donghvalía para la prevención del coronavirus. Los directivos de esa compañía han decidido, por el bien de la humanidad, ceder sin ninguna  contraprestación económica la fórmula de dicha vacuna a todos los laboratorios del mundo, bajo el compromiso juramentado de estos para fabricarla masivamente, con la finalidad de que en muy corto plazo los mercados estén completamente abastecidos y su distribución sea completamente gratuita”.
Después de haber lanzado a los cuatro confines de la tierra esas buenas noticias, Pinocho está contento pues sabe que por el tamaño de las mentiras que ha divulgado por las ondas, será muy difícil que se agote la madera que le crece sin parar de su nariz.  
La misma madera que su padre necesita para ser feliz y seguir fabricando muñecos.

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1 comentario:

  1. Hola Vespasiano. Qué pequeño es el mundo, yo también trabajé durante 28 años en GM. Difícil pero no imposible encontrarse con alguien de esa empresa al cabo del tiempo. salu2

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